Siempre me pregunté por la postura más conservadora de la masa beata frente al florecimiento de la nueva era espiritual (y su ingrato bazar esoterista).
Hace unos días, en una reunión informal con empresarias, una de ellas, amiga mía, comentó que llevaría a su hija a ver al conocido Dr. Wilson Araya. Este médico es conocido por la mezcla de disciplinas en el diagnóstico y tratamiento - y por cierto, su propia capacidad intuitiva. Pues mi amiga mencionó, entonces, que llevaría a su hija menor a este "doctor clarividente". Bastó esa palabra para que una de las presentes avanzara con su reproche.
La frase que más tarde reclacó la oponente fué: "mira... en ese ambiente sobrenatural, medio esotérico, espiritual,... lo único bueno que se mueve es lo de Dios".
No pudo, mi amiga, arguir nada, ni cambiar el término por el de "holístico", ni nada por el estilo.
Recibió la implacable noticia de su perdición, por boca de una miembro del sector conservador penquista.
Yo, que era un "empleado" expectador, no pude sino asumir mi papel de observador y testigo. No me pareció buena idea retrucar con preguntas o dudas acerca de lo dificil que es actualmente separar lo "natural" y lo "sobrenatural" (acordémonos del cuático video cuantico "What the bleep we know").
Peor hubiera sido preguntar cómo podíamos, en este mundo de Gurúes y Predicadores, realmente identificar lo de Dios.
Ahí estaba entonces, la postura era clara, somos o no somos, o mejor dicho, somos los que somos.
Hace unos días, en una reunión informal con empresarias, una de ellas, amiga mía, comentó que llevaría a su hija a ver al conocido Dr. Wilson Araya. Este médico es conocido por la mezcla de disciplinas en el diagnóstico y tratamiento - y por cierto, su propia capacidad intuitiva. Pues mi amiga mencionó, entonces, que llevaría a su hija menor a este "doctor clarividente". Bastó esa palabra para que una de las presentes avanzara con su reproche.
La frase que más tarde reclacó la oponente fué: "mira... en ese ambiente sobrenatural, medio esotérico, espiritual,... lo único bueno que se mueve es lo de Dios".
No pudo, mi amiga, arguir nada, ni cambiar el término por el de "holístico", ni nada por el estilo.
Recibió la implacable noticia de su perdición, por boca de una miembro del sector conservador penquista.
Yo, que era un "empleado" expectador, no pude sino asumir mi papel de observador y testigo. No me pareció buena idea retrucar con preguntas o dudas acerca de lo dificil que es actualmente separar lo "natural" y lo "sobrenatural" (acordémonos del cuático video cuantico "What the bleep we know").
Peor hubiera sido preguntar cómo podíamos, en este mundo de Gurúes y Predicadores, realmente identificar lo de Dios.
Ahí estaba entonces, la postura era clara, somos o no somos, o mejor dicho, somos los que somos.
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