- ¿Algún teléfono de emergencia, don Sergio?
Cuando el Auxiliar del bus me pregunto por algún teléfono de emergencia, me imaginé a mi parentela y amigos contestando la fatal llamada.
-¿Alo?, ¿sí, qué pasó?, ¿cómo, dónde?....
Al dar un número estaría eligiendo quién de ellos recibiría la mala noticia de que me había caído al río o que quedé pegado a un camión.
-¿en el hospital o la morgue?
Pero luego, la principal cuestión era que en mi casa no hay alguien que conteste cuando no estoy (ni teléfono, finalmente), y el de mis padres no parecía buena idea, aunque tampoco lo recordaba. Los números de mis hermanos no eran fáciles de recordar, ni tuve ganas de buscarlos en mi celular. De modo que ningún número venía a mi mente.
Así que mientras el Auxiliar me miraba, con su lápiz listo para disparar, respondí simplemente:
- no, ningún número de emergencia!
Esto parecía estar absolutamente fuera del paradigma, como se dice. El chico ni me entendió lo que dije, se movió un poco y simplemente esperó a que le llegara un número, aunque ahora con una especie de sonrisa.
(recuerdo ahora la historia de los habitantes de América que no podían ver las carabelas de Colón en el horizonte, debido a que no estaba en su imaginario nada como eso, hasta que un personaje tipo chamán, logró convencerlos de que algo se acercaba cada vez más por el mar.)
Se me vino el celular de Karen a la mente, y aunque no me parecía una buena idea, se lo di, más que todo para salir del atolladero. Después llegaron los que lógicamente podría usar, el de Kalú sobre todo.
Así que ya lo sabes flaca, desde ahora una de las llamadas a tu casa puede significar que estoy bien herido en algún hospital entre Conce y Santiago. La única instrucción que te doy es que rescates mi notebook donde sea que esté.
Ahora, si los angelitos negros me llevan, te encargo cobrar el seguro que contraté en Metlife y además hay un seguro asociado a mi cuenta en el BBVA. Sí, tienes un poco de razón, valgo más muerto que vivo.
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