Como todo el mundo, dependiendo del momento del día, el estado de ánimo o la emoción en que me encuentre, un mismo evento, simple y sin importancia, me puede provoca tanto una risa incontrolable como apenas una pálida sonrisa. Pues anoche al llegar a Conce en bus, me ocurrió algo increíblemente gracioso.
Venía desde Talca en un cómodo viaje. Eran ya las 11 de la noche cuando el bus comenzó a bajar la última cuesta de la carretera Itata, antes de llegar a la ruta a Penco. Desde la altura se podían ver las luces que señalaban la bahía de Talcahuano y ese momento coincide con la recepción de la perdida señal en los celulares. Entonces por todo el bus los pasajeros recibían o hacían llamadas, coordinándose con los amigos o familiares que les esperaban en el Terminal o en casa.
Frente a mi asiento un padre despertaba a su hija de 6 años. Él se veía como un hombre de trabajo, puro pueblo, canoso de 50 años, con una mano herida y el gorro de visera que parecía estar fundido a su cabeza. Sonreía y bromeaba como gigante gentil, con su pequeña que estaba despercudiéndose.
Desde atrás se asomó el grito de su mamá, indicándole como vestirse, qué cosa colocar aquí o allá y todos esos esfuerzos coordinadores. La mamá, apenas un poco menor, tenía un rostro super amable, y equilibraba con arte sobre sus piernas, su cartera, dos bolsas plásticas, una botella y algo como un juguete. Yo me imaginé que podía incluso ir tejiendo y no se le caería nada.
En ese momento me di cuenta que esta pareja de padres, humildes, querían mucho a su “conchito” y le habían regalado una magnífica mochila muy llamativa, de color rojo y cintas amarillas. De hecho era lo más colorido de todo el grupo y destacaba largamente por sobre los oscuros colores que los tres vestían.
De pronto…. una llamada telefónica. La mamá rebusco en su carpa hasta encontrar el aparato.
“Oye, sí, si ya estamos llegando!”
“va primero al Collao, ahí pasa primero, eso!”
“Ah! Mira, pa que no te pierdas, ella lleva una mochila de Willy de pooh.!!
“Sí, de Willy de pooh!!, eso!”
Yo me moví rápidamente hacia la ventana y traté de contener la erupción de risa que ya se me salía. Ahí estaba quieeeeto, mi mente quieta, porque si me movía o recordaba, estallaría en carcajadas.
Para peor, la amable señora siguió después de la llamada, comentando con su marido las señas que había entregado a quién los esperaba.
“Sí, le dije que ella llevaba una mochila de Willy de Pooh”
Yo estaba contracturado de aguantar la risa. Después de unos cinco minutos comencé a reírme con poco volumen pero hasta las lágrimas.
Venía desde Talca en un cómodo viaje. Eran ya las 11 de la noche cuando el bus comenzó a bajar la última cuesta de la carretera Itata, antes de llegar a la ruta a Penco. Desde la altura se podían ver las luces que señalaban la bahía de Talcahuano y ese momento coincide con la recepción de la perdida señal en los celulares. Entonces por todo el bus los pasajeros recibían o hacían llamadas, coordinándose con los amigos o familiares que les esperaban en el Terminal o en casa.
Frente a mi asiento un padre despertaba a su hija de 6 años. Él se veía como un hombre de trabajo, puro pueblo, canoso de 50 años, con una mano herida y el gorro de visera que parecía estar fundido a su cabeza. Sonreía y bromeaba como gigante gentil, con su pequeña que estaba despercudiéndose.
Desde atrás se asomó el grito de su mamá, indicándole como vestirse, qué cosa colocar aquí o allá y todos esos esfuerzos coordinadores. La mamá, apenas un poco menor, tenía un rostro super amable, y equilibraba con arte sobre sus piernas, su cartera, dos bolsas plásticas, una botella y algo como un juguete. Yo me imaginé que podía incluso ir tejiendo y no se le caería nada.
En ese momento me di cuenta que esta pareja de padres, humildes, querían mucho a su “conchito” y le habían regalado una magnífica mochila muy llamativa, de color rojo y cintas amarillas. De hecho era lo más colorido de todo el grupo y destacaba largamente por sobre los oscuros colores que los tres vestían.
De pronto…. una llamada telefónica. La mamá rebusco en su carpa hasta encontrar el aparato.
“Oye, sí, si ya estamos llegando!”
“va primero al Collao, ahí pasa primero, eso!”
“Ah! Mira, pa que no te pierdas, ella lleva una mochila de Willy de pooh.!!
“Sí, de Willy de pooh!!, eso!”
Yo me moví rápidamente hacia la ventana y traté de contener la erupción de risa que ya se me salía. Ahí estaba quieeeeto, mi mente quieta, porque si me movía o recordaba, estallaría en carcajadas.
Para peor, la amable señora siguió después de la llamada, comentando con su marido las señas que había entregado a quién los esperaba.
“Sí, le dije que ella llevaba una mochila de Willy de Pooh”
Yo estaba contracturado de aguantar la risa. Después de unos cinco minutos comencé a reírme con poco volumen pero hasta las lágrimas.
Comments
que haya dicho willy de poh!!!...por favor...+
escribes bien, en todo caso..
caro.