Las Gitanas de San Martín

Dispuesto a tomas locomoción hacia el Terminal de Buses de Concepción me instalé con mis bártulos en el paradero de calle San Martín con Aníbal Pinto.

Pronto me di cuenta de la presencia de tres mujeres que afanosa y confusamente perseguían a las micros que llegaban y partían con igual prisa y desorden.

Una de ellas, muy joven (muchas veces no sé si se trata de niñas, adolescentes o mujeres ya hechas y derechas) y de rostro circular, se acercaba a mí sin establecer un contacto directo. Era más bien una aproximación lateral que me puso en alerta. Inmediatamente después que me volví hacia ella, me pregunto con claro acento gitano: “¿sabe si esa micro va para Talcahuano?”.

Respondí que esa micro no, que la que iba a Talcahuano era aquella que venía asomándose por la otra pista. Mi brazo indicando a la correcta micro hizo que el chofer intentara acercarse a mí, lo que fue muy alentado por la niña a mi lado.

Pasó entonces que ella se abalanzó sobre la micro al mismo tiempo que el chofer cerraba la puerta y corregía el rumbo, deteniéndose para esperar la luz verde. La chica, se asomó entonces por la ventana delantera y dijo algo que no alcancé a escuchar.

Segundos después, una nueva micro a Talcahuano hizo lo mismo. El hecho que pude observar, era claro: ninguna micro a Talcahuano las llevaría (y por un momento brevísimo me imaginé a mí mismo caminando desde el centro de Concepción a mi destino en Talcahuano y me dolieron los pies).

Mientras caminaba hacia la micro que yo esperaba, escuche nuevamente a una gitana preguntando por una micro a Talcahuano. Me pregunté en ese momento y desarrollé algunas explicaciones de porqué los choferes no se animaban a llevar a estas frustradas pasajeras.

Por supuesto, tuve de inmediato la posibilidad de salir de la duda preguntándole al chofer. Siendo parte de una sola cultura chilena y además en una ciudad pequeña, sin duda este hombre podría darme una clara respuesta de porqué su gremio discriminaba de ese modo inconstitucional a este segmento.

La primera respuesta a mi pregunta fue muy vaga y más bien fue una expresión de fastidio o desprecio puro. Al bajar de la micro, ya en el Terminal, pregunté nuevamente: “..pero la firme maestro, ¿porqué no le paran a las gitanas?”. Frontalmente el chofer me respondió sin vacilar. “Porque no pagan y son hediondas. Eso ya ha pasado”

La respuesta no me sorprendió. Aunque el tono de hablar dejaba en claro que no había sido su propia experiencia.

¿Acaso los habitantes del territorio Pencopolitano acostumbran pagar completo el valor del pasaje? ¿No es pan de cada hora la solicitud por una rebaja, a veces largamente negociada según cuantos viajan y que tan lejos van?

La sensación vergonzosa que tuve es que de algún modo siempre he compartido ese juicio. El de compartir tierra y cielo con un grupo cerrado, conducido por la frescura deshonesta, la diferencia en los patrones de buena conducta, de higiene, de respeto a los límites y otros que el lector podrá agregar.

Lo que hoy pasó en mi entorno me llena de un sentimiento de ignorancia y de gran distancia, todo alimentado por un arquetipo construido por todos y que lejos de ayudar, mantuvo a las gitanas en San Martín, esperando la micro que por fin les lleve a Talcahuano.

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Provienen de Egipto, India, Rumania, Rusia o de una de las doce tribus, no está claro. Llevan 100 años en Chile y no superan los 10 mil miembros. Muchos mantienen su condición nómade y escapan del frio y ventoso invierno trasladándose temporalmente a zonas más al norte del país. Practicamente no tiene educación formal y sus ocupaciones siguen siendo la fabricación de artefactos de metal, la lectura de mano y el comercio de vehículos. Y por supuesto hablan Romané.

Lo que sabemos de ellos viene por el lado del periodismo más que el del estudio serio. A pesar de ser una cultura y tener una vida cercada por la pobreza, analfabetismo, cesantía y marginalidad, no conozco de políticas especiales dirigidas a ellos en Chile.

El hecho claro es que ellos sobreviven a su modo y permanecerán con nosotros, seguro mucho tiempo más.

¿Le darías trabajo?

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